miércoles, 6 de enero de 2016

Población 1

1. EVOLUCIÓN Y DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA. Los efectivos demográficos y su evolución. Características y factores de la densidad y la distribución espacial.
2. DINÁMICA Y ESTRUCTURA DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA. La dinámica natural. Los movimientos migratorios. Estructura y composición de la población.

1. Evolución y distribución de la población española
1.1. La evolución de la población española
España cuenta en la actualidad con cerca de 47 millones de habitantes. De este total, poco más de 41 millones corresponden a personas de nacionalidad española.
Estas cifras son el resultado del considerable crecimiento experimentado por la población española a lo largo del siglo XX, período en el que incrementa por más del doble sus efectivos. Sin embargo, aunque se mantiene el crecimiento a lo largo de todo este período, el ritmo de crecimiento no ha sido uniforme en el mismo.
 
La progresión de la población española fue lenta hasta el siglo XX (régimen demográfico antiguo o tradicional). En el siglo XX se desarrolla la transición demográfica en España, que culminó en la década de los setenta, y trae como consecuencia un considerable incremento de la población, pasando de los 18,5 millones de habitantes en 1900 a los casi 38 en 1980, con un crecimiento medio anual cercano al 1% para todo el período, produciéndose el mayor crecimiento entre finales de los años 50 y mediados de los 70, a pesar de las pérdidas de población por la emigración al exterior.
A partir de los años ochenta España entra en una fase (régimen demográfico moderno) de crecimiento demográfico casi nulo, acercándose a fines de siglo al “crecimiento cero. Entre 1980 y 2000, la población española se amplió sólo en poco más de 2 millones más.
En la última década la población española ha experimentado un cambio de tendencia, con un notable crecimiento demográfico el mayor de su historia–, fruto de la llegada de población inmigrante. La incesante afluencia de extranjeros en los últimos años ha posibilitado un incremento de más de 5,5 millones de habitantes en lo que va de siglo XXI.

1.2. La desigual distribución de la población
A pesar de este aumento de la población, y de que España ocupa el quinto lugar por volumen total de población dentro de la Unión Europea, éste es un país poco poblado. La densidad media de España (93 habitantes/km2) la aleja de los países de su entorno, como Países Bajos, Alemania, Reino Unido o Italia, que se acercan o superan los 200 hab/km2.
Esta densidad media de la población española oculta la existencia de fuertes desequilibrios interiores. Mientras provincias como Madrid o Barcelona superan los 700 hab/km2, Soria o Teruel no alcanzan los 10 hab/km2. El rasgo básico que caracteriza a la distribución de la población española es, pues, su gran desequilibrio espacial: la mayor parte tiende a concentrarse en la periferia costera, las islas y Madrid.

Esta población, tan concentrada en el espacio, se ordena de acuerdo con unos ejes que coinciden esencialmente con los del desarrollo económico español. De ellos el más consolidado y más dinámico actualmente es el costero mediterráneo, que se extiende desde Gerona hasta Murcia. Otro, hoy en declive parcial, sería el del Atlántico, y un tercero, en construcción, sería el del valle del Ebro (Zaragoza), que comunica a ambos. Fuera de estos grandes ejes poblacionales aparecen otras zonas con densidades importantes, como son las islas, la Galicia atlántica, el eje Sevilla-Cádiz-Málaga, y, ya en el interior, la provincia de Valladolid.
Las causas que explican esta distribución desigual de la población son complejas. En algunos casos son el resultado de condicionantes naturales: los grandes "vacíos poblacionales" están vinculados a un medio físico difícil (zonas montañosas del sistema Ibérico, Pirineos centrales…; zonas desérticas de los Monegros, sudeste...) con densidades inferiores a los 5 hab/km2. Sin embargo, los acusados contrastes entre interior/periferia responden esencialmente a razones históricas y económicas, en especial a los movimientos migratorios interiores desde el campo a la ciudad y desde las zonas más pobres a las más desarrolladas. La población es atraída por las áreas de mayor dinamismo económico. Por ello, presentan bajas densidades las zonas marginadas del proceso de industrialización (las dos Castillas, Extremadura, Aragón). Estos movimientos migratorios son, por tanto, la expresión de desequilibrios económicos más profundos: la concentración de las actividades económicas productivas en determinadas áreas del territorio español.

2. La dinámica natural de la población española
La dinámica natural es uno de los factores demográficos que, junto con los movimientos migratorios, explican el volumen actual de la población española y su distribución espacial. El crecimiento natural o vegetativo de la población de un lugar es el resultado de la diferencia entre natalidad y mortalidad.

2.1. La transición demográfica en España: evolución de las variables de dinámica natural


En todos los países desarrollados se ha producido una transición demográfica, ligada al desarrollo económico de las sociedades, desde una primera fase de natalidad y mortalidad elevadas, hasta una fase final en que ambas son bajas. Este modelo demográfico también se puede aplicar a España, aunque con algunas peculiaridades:
1. Hasta comienzos del siglo XX (régimen demográfico antiguo), las tasas de natalidad (>35‰) y de mortalidad (>30‰) eran muy elevadas, por lo que el crecimiento vegetativo era muy reducido (entre 0,3% y 0,5% anual). Este crecimiento quedaba absorbido por la presencia periódica de situaciones de mortalidad catastrófica, como la epidemia de cólera de 1885.



2. A comienzos del siglo XX se inicia en España el régimen de transición demográfica, caracterizado por una aceleración en el crecimiento de la población. La disminución de la mortalidad –por las mejoras higiénicas, sanitarias y alimenticias–, pese a mortalidades catastróficas como la epidemia de gripe (1918), y el mantenimiento inicial de elevadas tasas de natalidad, traen como resultado un incremento en el ritmo de crecimiento de la población que alcanza el 1% anual en los años 20.
La guerra y la inmediata posguerra (años 40) suponen un paréntesis en esta evolución, ya que aumenta la mortalidad (por la sobremortalidad masculina en el frente) y sobre todo desciende la natalidad, tanto durante la guerra como en la posguerra más inmediata.
En los años sesenta y primeros setenta (años del "desarrollismo" económico) se registra un fuerte crecimiento vegetativo (cercano al 1,5% anual) –consecuencia del repunte de la natalidad (“baby boom) y de las mejoras sanitarias que hacen disminuir la mortalidad infantil–. Este crecimiento es regulado por la intensa emigración a Europa.
3. La segunda mitad de los años setenta marcan el final de la transición demográfica y el inicio de un régimen demográfico moderno, caracterizado por unas reducidas tasas de natalidad y de mortalidad y un escaso crecimiento vegetativo. Desde mediados de esa década, cuando la crisis económica empezó a mostrar sus efectos y se producen cambios en la mentalidad social, las tasas de natalidad comenzarán a descender a un ritmo muy rápido, situando el crecimiento anual de la población en las cifras más bajas de todo el siglo (0,1% en 1998), próximas al "crecimiento 0".
Desde hace una década el efecto natalista de la inmigración, y una ligera reactivación de la natalidad en la mujer española, han hecho cambiar en sentido positivo (0,3%) la anterior tendencia hacia el crecimiento natural negativo en el conjunto de España, provocando un ligero repunte de la tasa de natalidad y un descenso de la tasa de mortalidad (por el rejuvenecimiento de la población española).
Este régimen demográfico –de bajas tasas de natalidad y mortalidad y crecimiento natural próximo a cero e incluso negativo– es característico de las sociedades desarrolladas. España lo ha alcanzado tardíamente, pero con aceleración.
La transición demográfica española se ha producido con un cierto retraso respecto al mundo desarrollado, y con unas características peculiares (el máximo crecimiento vegetativo se produce al final de la transición y no en sus inicios –donde las tasas de natalidad y de mortalidad descienden casi simultáneamente–) resultado en gran parte de los efectos del diferente ritmo de nuestros procesos de industrialización y urbanización.

2.2. Situación actual de los componentes de la dinámica natural de la población.
Los comportamientos demográficos en cuanto a natalidad, mortalidad y crecimiento vegetativo en España son hoy muy similares a los de los países europeos más desarrollados, en especial a los de la Europa del Sur: los índices de estas variables son muy bajos, característicos de un régimen demográfico moderno. No obstante, la caída de estos indicadores demográficos se ha producido en nuestro país con un notable retraso respecto a los países europeos de nuestro entorno y se ha desarrollado con una inusitada rapidez.

2.2.1. La caída de la Natalidad.
El descenso de la natalidad española se inicia a comienzos del siglo XX. A lo largo de ese siglo la tasa de natalidad experimenta un declive continuado, en el que pueden observarse algunos momentos destacados: fuerte caída con la crisis de los años treinta y Segunda República, subnatalidad durante la guerra civil y postguerra, y baby boom de los años sesenta –debido entre otros factores al incremento de la tasa de nupcialidad durante el desarrollismo y a la política pronatalista del franquismo–.
Sin embargo, el considerable descenso de la natalidad que sufre hoy España se ha producido en las últimas décadas –desde mediados de los setenta–, imitando a los países desarrollados que habían iniciado ese proceso mucho antes. La tasa de natalidad que se situaba en España en 1975 en 18,8‰ cae al 9,2‰ en 1998.
Desde 1999 hay un ligero repunte de la tasa bruta de natalidad (10,5‰ en 2010, lo que supone cerca de 500.000 nacimientos anuales).

Este descenso en la natalidad se comprende mejor analizando la evolución del índice de fecundidad, ya que la tasa bruta de natalidad está afectada por la estructura de la población por edades: la tasa de natalidad será siempre mayor en zonas de población más joven, donde hay un porcentaje mayor de mujeres en edad fértil. El descenso de la fecundidad española es el fenómeno demográfico más determinante de fines del siglo XX. España, que a comienzos de la década de los setenta partía con uno de los indicadores de fecundidad más altos de Europa (en 1976 la mujer española tenía 2,8 hijos por mujer), cae a fines del silo XX a 1,16 hijos por mujer (en 1998), situando la fecundidad española entre las más bajas del mundo (junto con Italia, Grecia y numerosos países de Europa del Este).
A lo largo del siglo XXI se produce una importante recuperación del índice de fecundidad español, que se eleva en 2010 a 1,33 hijos por mujer. Esta recuperación es debida en buena parte a los aportes de madres extranjeras (uno de cada cinco nacimientos que se dan en España), pero también a un ligero incremento de la natalidad de la población española. Aun así, la fecundidad española está aún muy por debajo de los 2,1 hijos por mujer, considerada como la tasa de reemplazo generacional, necesaria para el mantenimiento vegetativo de una población. Y, por otro lado, se produce una disminución de la tasa de natalidad con la reducción de la inmigración y el descenso del número de españolas en edad de procrear.
Este descenso de la natalidad es el resultado de decisiones individuales y va ligado por tanto a un cambio de mentalidad, asociado a las transformaciones políticas, sociales y económicas que se producen en la sociedad española desde mediados de los años setenta. En el control de natalidad, fenómeno característico de las sociedades desarrolladas, van a confluir, por tanto, varios tipos de causas:
a) Cambios sociales y culturales:
Existe una clara relación entre el descenso de la fecundidad y el proceso de desarrollo económico y urbanización de la población española (sustituyendo a la vida rural), asociándose el tamaño de la descendencia con la modernización económica, social y cultural.
            El aumento del nivel de vida se manifiesta en una mayor valoración de los hijos y un aumento de las necesidades y los gastos familiares, con la consiguiente reducción voluntaria del número de hijos.
            Con el acceso de la mujer al ámbito público (trabajo y educación), la maternidad deja de ser un objetivo prioritario para muchas personas, aparcando la función reproductora que tenía asignada casi con exclusividad la sociedad rural. La prolongación de la instrucción y la búsqueda del desarrollo profesional de la mujer provocan, además, un retraso en el momento de la maternidad (se ha pasado de una media de 25 años en los setenta a una media de 31,2 años en la actualidad en el nacimiento del primer hijo) y una reducción del número de hijos. El descenso en la fecundidad de las españolas se ha producido esencialmente en la fecundidad temprana (20-30 años).

El grupo más fecundo, que tradicionalmente era el de 25-29 años de edad, es ahora el de 30-34 años.
            La instauración en España a partir de 1975 de un sistema democrático trae consigo un importante cambio de mentalidad y de comportamientos en la sociedad española: la secularización y la disminución de la influencia religiosa en la sociedad, y la legalización y difusión de los métodos anticonceptivos.
b) La incidencia del contexto económico:
            La crisis económica que se inicia en la segunda mitad de los años setenta, la inestabilidad laboral y los problemas de acceso a la vivienda provocan –junto al alargamiento de los años de estudios– la prolongación de la permanencia de los jóvenes en el hogar paterno y el retraso la edad de contraer matrimonio (29 años las mujeres y 32 los hombres, cinco años más tarde que en 1980), con la consiguiente disminución del período fértil de la mujer y, por tanto, del número de hijos.
            El descenso de la fecundidad se suele asociar con un descenso de la nupcialidad (su tasa se reduce en España a 3,7‰ en 2010), puesto que la mayor parte de los nacimientos se daban tradicionalmente en el seno de parejas casadas. No obstante, la tasa de nupcialidad no guarda hoy una relación tan directa con la natalidad, debido a los aumentos de la cohabitación y de las tasas de niños nacidos fuera del matrimonio institucional (si en 1975 sólo un 2% de los nacimientos habidos en España correspondían a madre no casada, hoy lo son un 30%), y es un aspecto que refleja bien los cambios sociales vividos por España en los últimos decenios.
En el caso español, y de modo similar a otros países mediterráneos, hay que añadir algunos factores que nos diferencian de otros países europeos y que inciden en la caída tan intensa de la fecundidad: la menor protección y ayuda pública a las familias (guarderías, subvenciones a mujeres trabajadoras...), el retraso en la emancipación del hogar paterno y la pervivencia del modelo cristiano de la familia (con un porcentaje menor de otro tipo de familias, distintas a la tradicional).

2.2.2. La reducción de la Mortalidad.

Al igual que la natalidad, la disminución de la mortalidad se inició en España unos años después que en los países europeos industrializados. Este descenso se inicia a fines del siglo XIX y la tendencia a la baja fue continua a lo largo del siglo XX, salvo episodios catastróficos como la “gripe española” de 1918 y la Guerra Civil. A partir de 1951 la tasa de mortalidad desciende por debajo del 10‰, alcanzándose la tasa más baja en 1982 con 7,5‰. Desde entonces se inicia un ligero aumento de la mortalidad (9,3‰ en 1999), consecuencia del progresivo envejecimiento de la población. En el siglo XXI la tasa de mortalidad vuelve de descender nuevamente (8,2‰ en 2008), por efecto del rejuvenecimiento provocado por la inmigración.
Destaca especialmente la caída de la tasa de mortalidad infantil, un buen indicador de grado de desarrollo y de las condiciones sanitarias de un país, pues mientras en los países desarrollados aumenta levemente la tasa bruta de mortalidad por el envejecimiento de la población, en la mortalidad infantil no influye el envejecimiento. Esta tasa, que mide el número de fallecidos menores de un año por cada 1.000 nacimientos, ha seguido una tendencia descendente en los últimos años en España. La tasa de mortalidad infantil se ha reducido desde el 180‰ de principios de siglo hasta el 3,5‰ de la actualidad, fruto de los avances en medicina, vacunas, higiene, alimentación y educación (hábitos).
La mejora de las condiciones de vida también queda patente al observar la evolución de la esperanza de vida al nacimiento, que ha pasado de los 70 años de 1975 hasta los 82 años en la actualidad. La diferencia entre la esperanza de vida para mujeres y hombres ronda los 6 años (84,9 años de las mujeres frente a los 78,9 de los hombres). Ello es atribuible tanto a factores biológicos, como a condicionamientos sociales: el reparto del trabajo, el consumo de tabaco y alcohol, hábitos alimenticios, estrés... (riesgos a los que tradicionalmente ha estado más expuesto el hombre que la mujer).
Este elevado incremento en las expectativas de vida y el retroceso de la mortalidad en España se ha debido a la mejora de las condiciones sanitarias (vacunas, antibióticos, extensión del sistema sanitario público a toda la población...), alimentarias e higiénicas (suministro de agua potable, recogida de basuras, redes de alcantarillado…).
La disminución de la mortalidad viene asimismo acompañada por un cambio en las causas de muerte. Si a principios de siglo la población española fallecía principalmente da causa de enfermedades infecciosas, actualmente el cáncer y las enfermedades cardiovasculares y los accidentes de tráfico (las “tres c)son los principales agentes.

2.2.3. El escaso crecimiento vegetativo
El crecimiento natural o vegetativo de la población es el resultado de restar la mortalidad a la natalidad.
A lo largo del siglo XX, hasta los años setenta, España experimenta un importante crecimiento vegetativo debido al descenso de la mortalidad. Sin embargo, desde finales de esa década el descenso de la natalidad provoca una fuerte caída del crecimiento vegetativo, que se sitúa en unos niveles próximos al “crecimiento cero, fruto de unas tasas muy reducidas tanto de natalidad como de mortalidad. En 1998 la tasa de crecimiento vegetativo queda reducida a 0,1%.
Recientemente, a partir del cambio de siglo, se ha recuperado ligeramente el crecimiento vegetativo (0,23% en 2010), por el impacto sobre las Tasas de Natalidad y de Mortalidad de la inmigración extranjera (rejuvenecimiento de la población) y el leve aumento de la natalidad de los españoles
.

2.3. Las desigualdades espaciales en la dinámica natural
Aunque actualmente las tasas de natalidad, mortalidad y de crecimiento natural son bajas en todas las regiones españolas, persisten aún notables desigualdades entre comunidades autónomas.
Las comunidades autónomas con menor tasa de natalidad y mayor de mortalidad y, por tanto, las que presentan un menor crecimiento vegetativo son las localizadas en el Noroeste de España: Asturias, Galicia y Castilla y León presentan tasas de crecimiento vegetativo negativo.
En el otro extremo, las mayores tasas de natalidad y menores de mortalidad, con un crecimiento vegetativo positivo se encuentran en el arco que va desde el Nordeste al Sur (costa mediterránea, Andalucía), Madrid e islas.
Las causas que explican la distinta dinámica natural regional de España están estrechamente ligadas con la estructura por edades de la población. Ésta a su vez es el resultado, en gran parte, de los movimientos migratorios interiores de los años sesenta, que envejecieron las regiones emisoras y rejuvenecieron a las receptoras. Las regiones más envejecidas presentan tasas de natalidad menores y tasas de mortalidad mayores que las jóvenes. Por otro lado, la llegada reciente de inmigrantes extranjeros tampoco está siendo homogénea. Estas inmigraciones —en especial las de comportamientos demográficos más fecundos (Marruecos, Latinoamérica)— se dirigen esencialmente hacia la costa mediterránea y Madrid, rejuveneciendo su población e incidiendo positivamente en su crecimiento vegetativo.
A estos factores demográficos hay que añadir los distintos comportamientos sociales y culturales. La mayor natalidad de la zona meridional de España es consecuencia sobre todo de un mayor índice de fecundidad de esta zona con respecto al resto de España.


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